viernes, 1 de mayo de 2009

Relato a pie de calle: El Espíritu de los Libros

Feria del Libro de Santander 2009
EL ESPÍRITU DE LOS LIBROS
(JESÚS F.R. LEAL publicado en Cuaderno "Relatos a pie de calle" de la Feria del Libro de Santander 2009 )
   
"Aquella Semana había llovido abundantemente y no habían sido unos buenos días para los vendedores de libros. A pesar de que colocaron sus jaimas o tiendas en las calles con mucha ilusión y esfuerzo para acercar las historias a los lectores, sólo quedaban dos días para que acabase la Feria del Libro de aquella ciudad y se habían vendido muy pocos ejemplares.
Sin embargo aquel sábado, el penúltimo día de la Feria, aún les iba deparar una sorpresa. Atardecía, ese momento del día que inspira a lo mágico, cuando se acercó por allí un personaje singular. Si me preguntáis por su edad no sabría deciros cuál era porque primero me pareció poco mayor que un niño, luego se convirtió en un joven soñador y al final de la tarde ya era un maduro adulto que se aproximaba por momentos a la vejez. Tampoco sabría explicaros como se produjo esa transformación, sólo sé que aquel personaje que resultó ser intemporal se puso a esa hora de la tarde en el centro de la Plaza de la Feria y empezó a hacer algo muy sencillo, se puso a contar historias.
Al principio, como llovía, nadie se acercaba a su lado pero Él no dejaba de relatarlas. Poco a poco fue cesando la lluvia y un intrépido niño se separó de sus padres y se acercó a Él. Se quedó escuchando sus relatos con atención y, entre palabra y palabra, sus miradas se cruzaban. La mirada del Personaje desconocido era de felicidad, y tenía ilusión del que disfruta contando historias a los demás; la del niño también era una mirada feliz, con la ilusión del que quiere vivir nuevas aventuras.
Al poco tiempo se acercó otro niño, empujado por una nueva curiosidad, y después los Padres pero no para escuchar sino con la intención de llevarse a los niños para que no se mojasen. De pronto dejó de llover definitivamente, los pequeños no se querían ir e incluso llegaron muchos más, y sorprendentemente los propios Padres se empezaron a enganchar con las bellas historias de nuestro personaje. Es más, al cabo de un rato había algún Padre más ensimismado que los niños escuchando aquellos relatos.
Y no era para menos porque las historias del personaje desconocido hablaban de países lejanos y exóticos pero también de pueblos cercanos llenos de encanto; de Guerreros épicos dignos de admiración y de gentes sencillas pero también admirables y maravillosas; hablaban de hechos heroicos que cambiaron épocas y reinos y de tardes tranquilas y silenciosas en una pequeña plaza de pueblo donde casi nunca pasaba nada; hablaban de momentos tristes dignos de las mayores lagrimas de emoción pero también de momentos llenos de felicidad y alegría en paisajes plenos de belleza; hablaban, en fin, de la vida y de los sentimientos y sueños de los que la vivimos.
De esta manera tan estupenda acabó la tarde y fue uno de los días más emocionantes que se recuerdan en la Feria de aquella ciudad. Nuestro personaje se fue con andar cansado entre los cariñosos aplausos del público que, en poco tiempo, había llenado la Plaza. Los niños, todavía entusiasmados, recordaban a sus Padres las historias que más les habían gustado y, aquella tarde que estaba predestinada al fracaso se convirtió en una tarde de ilusión.
Los Libreros no daban crédito a lo que estaba sucediendo. Salían de sus Jaimas y, tras contemplar el espectáculo, y a la gente preguntando por los libros, se decían entre ellos ¿Tu has contratado a este contador de historias? “No” se decían unos a otros. Sorprendidos fueron a preguntarle al Coordinador de la Feria pero el tampoco sabía nada. Tal era su curiosidad que les preguntaron incluso a los Cuentacuentos de la ciudad pero por más que insistían nadie lo conocía. De modo que nunca supieron quién era aquel misterioso personaje que había revolucionado la Feria.
Por fin, uno de los libreros dijo “a lo mejor era el Espíritu de los libros”, los demás se miraron unos a otros y sonrieron. “¿Por qué no? Me gusta ¡El Espíritu de los libros! Tenemos que invitarle todos los años”dijo el Coordinador impregnado por el sorprendente ambiente de magia e ilusión que había entre los presentes.
Al día siguiente, mientras recogían, los libreros hacían cuentas. El sábado había sido un buen día pero en conjunto no se podía decir que hubiera sido un buen año, lo recaudado apenas daba para cubrir los gastos de la Feria. Pero, viendo sus semblantes, parecía que aquello no les importaba demasiado, aquel sábado su orgullo de vendedores de libros había alcanzado su plenitud y por fin habían compartido una tarde con el espíritu de los libros. ¡Nunca lo olvidarían!"   Jesús F. Rodríguez Leal

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